FOTOGRAFIA ESCANEADA DEL LIBRO, QUE TENGO EN CASA-JOSEP MARIA FOLCH I TORRESBON DIA:
Començo el día , copiant aqueste Historieta Exemplar del que fou gran escriptor D. Josep Maria Folch i Torres.
La tradueixo al castellá una mica resumida doncs no tinc gaire temps
A dalt agrandant l ´imatge amb el ratolí la podreu llegir en catalá.
PAU I BE. Desde Valencia, amb carinyo, Montserrat Llagostera Vilaró.
BUENOS DIAS:
Empiezo el día, copiando esta Historieta Ejemplar del que fue gran escritor D. José Maria Folch i Torres.
La traduzco al castellano un poco resumida pues no tengo mucho tiempo.
Arriba agrandando la imagen con el ratón la podreis leer en catalán.
SANTA NAVIDAD
Baldiret salió de la escuela corriendo, con ganas de llegar a casa, no lo detuvieron ni los juegos de sus compañeros, ni los escaparates de las tiendas, a los cuales era tan aficionado.
Su casa no estaba lejos de la escuela; sólo faltaba entrar por una callecita, atravesar la Plaza de Santa Catalina y entrar en otra callecita, la de su casa
Entró a la escalerita y subió al cuarto piso y llamó.
Se oyeron gritos infantiles que decían:
-Baldiret ya está aquí.
Todos corrieron hacia la puerta para abrir a su hermano mayor. Baldiret con sus 9 años era el mayor de todos.
-Tendré 10 días de fiesta 1o-chilló Baldiret.
Los hermanitos lo rodearon. A duras penas lo dejaban llegar al comedor, donde su hermanita Elvira cortaba pedazos de pan para las sopas de la noche.
-¿Y la mamá?- preguntó Baldiret colgando su cartera en un clavo de la pared.
-No ha vuelto aún, respondió Elvireta.
Baldiret se quedó un poco mustio, y mirando hacia la cocina, por encima de los fogones que se veían muy bien desde el comedor, dijo resignadamente:
-Quizás vendrá pronto.
Con aquella mirada que dió a entender que tampoco habria merienda aquella tarde, tanta hambre como traía.
Pero los hermanitos lo animaron enseguida.
-¿Y no tendrás que ir a la escuela?-le preguntaba sin parar el pequeño Lliset.
-No, tengo diez días de fiesta.
Extendió las manos, bien abiertas.¿Ves? ta ntos días como dedos.
-¡Chico cuántos!, exclamó Lliset.
El penúltimo hermano, Mingo no era tan expresivo.
Las penas y las alegrias le salian nada más que un instante por los ojos, pero enseguida se las guardaba para el.
-Y harás tantos días de Fiesta?
-Tu dirás.¿No ves que es Navidad?
¡Ah, si Navidad!.
Y enseguida agarrándose a Baldiret, con la naricita subida hacia el, preguntó:
-¿Navidad? Quieres decir aquello del Pesebre, los turrones y el gallo?
-Esto mismo
La Elvireta, que sabía mejor que todos las penas que pasaban, se precipitó a la evocación del mágico nombre de Navidad.
-Esto de los turrones y del gallo es para los ricos. Nosotros...
Se detuvo para no entritescerlos demasiado. quizá la madre habría encontrado faena y la Fiesta de Navidad no sería tan negra ni tan triste como ella temía.
El pesebre. si que lo podríamos hacer. En un rincón del armario aún guardaban trocitos de corcho y figuritas y musgo seco del año pasado, cuando el padre aún vivía y podían celebrar la Navidad con alegría.
-¿Va hacemos el Pesebre?
-¡Si,si,hagamos el Pesebre!
En un rincón del comedor, en una vieja mesa, empezó la construcción.
Primero la gran alegría de desencajar el corcho. Baldiret se había subido arriba de una silla, para llegar al estante más alto del armario donde lo guardaban todo.. Minguet y Lliset con las manos alzadas, iban recogiendo los corchos y las cosas que el mayor les daba. y que ellos iban apilando en sus pies. finalmente se pusieron a construir el Pesebre. La admiración de los más pequeños era un fuerte estímulo para Baldiret. Era el primer año que el solo hacía el Pesebre; los años anteriores el padre se encargaba, aquel buen padre que siempre estaba que con ellos, que sabia jugar con ellos, que sabía jugar con ellos como si fuera otro hermanito.
-¿Que haces, por qué te paras?
-Calla.¿Qué no ves que está pensando-dijo Mingo, que también se había dado cuenta de la actitud extraña que el más mayor había hecho de repente.
El recuerdo de su padre, la visión proyectada en su mente de su padre el pasado año, acababa de desbaratarle el corazón.
-¡Papá si que sabía!-murmuró Baldiret, desanimado delante de su obra a medio hacer
Pero hubo que acabarla.Lliset no callaba y Mingo , con sus ojos profundos parecía desilusionado delante de las vacilaciones del mayor.
Primero el Pesebre parecía una pila de corcho, sin ninguna gracia.. Pero con el musgo, las casitas y las figuritas, terminó por ser su gozo.
-¡Ya hemos hecho el Pesebre! Baldiret lo ha hecho!.
Y todos lo cogieron de la mano, para llevarlo delante de la mesita, donde de una manera sencilla e ingeniosa que es la gran glorificación de la humanidad, sus hijtos conmemoraban el nacimiento de nuestro Redentor.
La pobre madre había llegado triste y bien preocupada..
En ningún sitio había encontrado trabajo. En tantas casas como había llamado le habían espondido lo mismo: que no necesitaban lavandera, ni mujer de hacer faenas, ni costurera, que por todas estas cosas la pobre viuda se ofrecía, por tal de ganar el pan de sus hijos.
Aquella noche no hubo cena; pero si hubo cánticos en el Pesebre y una tierna adoración a la pequeña adoración al Niño Jesús.
La madre tomó entre sus manos, la figurita, y los cuatro hijitos, uno tras otro pusieron sus labios encima de los piececitos de la imagen.
-El fue pobre, como nosotros-dijo la madre, sencillamente disimulando su pena, por tal de no afligir tanto a sus hijos.
-Y no habrán turrones, ni gallo, ni casi casa.¿No véis?.Un triste Portal fue su Palacio.
Al día siguiente vigilia de Navidad, la pobre madre cogió una vieja manta de su cama e hizo un paquete. Desués de repartir la sopa de rosegones de pan que había guardado el día anterior, le dijo a Baldiret:
-Ves hijo, a la Caja de empeños a ver si te pueden dar alguna cosa, al menos que podamos comer el día de Navidad.
Baldiret ya sabía el camino de aquella casa donde prestaban dinero a cambio de ropas y objetos de algún valor.
Después de la muerte de su padre, ya había ido a dejar objetos a la taquilla de aquel despacho lúgrube donde las ropas podían valer alguna cosa. Si ahora aceptaban el empeño de aquella vieja manta, y le querían dar un poco de dinero los hermanitos y la viuda podrían comer por Navidad, pero la madre habría de ponerse a la cama vestida para no pasar frio.
Todos quisieron acompañar a Baldiret, sólo Elvireta se quedó en casa, porque hacía un frio terrible y su bufanda serviría para abrigar el cuello de Lliset, que padecía de anginas
Los tres hermanitos emprendieron la marcha hacia la calle Mercaders, donde estaba situada la Caja de Empeños
-¿Y ahora podremos comer turrones y gallo?-preguntó Lliset.
-Si nos lo aceptan, podremos comprar de todo-afirmó, optimista Baldiret.
Subieron al piso don estaba la Casa de Empeños.
Baldiret puso el paquete encima del mostrador. -Nos puede dar algo de esto?
-No te podemos dar nada.
Los tres hermanitos palidecieron, silenciosos volvieron a bajar las escaleras, que terminaban de subir tan llenos de esperanza.
En la calle no sabían a donde ir.
El viento helado amorataba sus caritas.
-Volvamos a casa- dijo el mayor.
Pero viendo la desilusión de sus hermanitos, pensó que valia la pena no apresurarse mucho.
Salieron a la Plaza del Angel. Había mucho movimiento en aquel lugar.
Coches que iban y venían, vianantes cargados de paquetes y criadas llevando ,los gallos. Las tiendas mostrando escaparates cargados de cosas. En la misma plaza una gran pastelería, exibía en el escaparate una gran cantidad de dulces.
-¡Mira Baldiret lo que hay-exclamó entusiasmado el pequeño, mientras Mingo parecía saborear con la mirada aquellos dulces inasequibles.
Al lado de esta Pastelería, otro establecimie nto mostraba grandes cantidades de gallos y pollos.
-¡Oh lo que hay!-gritaba Lliset.
Tambien había escaparates llenos de patés, embutidos, confituras y membrillos, botellas de champañ y licores, frutas confitadas y frescas, como si del verno se tratara..
Las tres naricitas medio congeladas se aplanaban, contra los grandes cristales.
De repente empezó a caer agua helada de aquel cielo tempestuoso.
La gente se puso a correr en todas direcciones. Pero los tres hermanitos ni se daban cuenta de que llovía contemplando con atención aquello tan bueno.
Desde un lujoso automóvil, parado delante de aquel establecimiento, hacia rato que unos ojitos curiosos se entretenían mirando aquellos tres niños. Era un niño, más o menos de la edad de Mingo, pero más grande y más rubio. Llevaba un abrigo gordo de color café con leche, unos guantes de piel, unos zapatos de charol, unos gordos calcetines de lana.
El niño esperando a su padre, que saliera del establecimiento de hacer los encargos de Navidad, había visto a través del cristal del coche, aquellos tres niños frioleros, cogiditos de la mano, el mayor con un paquete bajo el brazo, los tres con las caras moraditas de frío.
Esta situación producía en aquel niño un sentimiento mezcla de satisfacción interior y de pena.
La gente dejo la acera casi desierta y el niño pudo contemplar mejor aquellos tres pequeños personajes..
El más pequeño tenía las piernas delgadas.El segundo con las manos en los bolsillos, temblaba visiblemente delante del escaparate.
El mayor con una sonrisa melancólica en sus labios amoratados, se llevaba la mayor simpatía del niño del auto.
Cada vez llovía más fuerte. los tres hermanitos se miraron espantados.
El mayor paternalmente les pasó el brazo por los hombros.
Un impulso de caridad, quizá de soliraridad entre niños de una edad parecida, movió al pequeño del coche.
-¡Juan!-dijo al chófer.
-¿Hagamos entrar a estos niños, mientras no pare de llover?
El chófer se quedó indeciso, pero el niño ya había abierto la puerta y les chillaba:
-Venid, venid, que aquí dentro no os mojaréis.
-¿A mi me lo dices?.
-Si, si a vosotros.
El primero que subió fue Baldiret.
El niño quiso que subieran los tres.
¡Y que bienestar, alli dentro los cuatro!!.
Y el niño rico, estaba feliz con un gozo inigualable de haber hecho el bien.
-¿Aquí dentro se está bien verdad?
-Muy bien.
El niño se los miraba con juna curiosidad y simpatía. Sobetodo el más pequeño le hacía mucha gracia.
-¿Como te llamas?
-Lliset ¿y tú?
-Yo Lluis-Antoni
Se pusieron a hablar como antiguos compañeros.
-¿Qué llevas en este paquete?.Quizá los turrones.-
-No, es un atillo.
El señor no tardó en llegar.
Su expresión fue de enojo y sorpresa.
Su hijo le dijo-Como se mojaban los he hecho entrar.
El que con sus empresas había estudiado tantas leyes sociales, se quedó sorprendido con esta simple respuesta.
Tuvieron mucha faena en cargar el coche con los paquetes..
Como seguía lloviendo les preguntó.
-¿Donde vivís?.
El chico le dijo la dirección.
Era una sensación tierna, la que experimentaba aquel señor en ver el gozo de aquellos niños y sentir sus exclamaciones.
Cuando llegaron delante de la pobre escalera de la callecita, en Baldiret dió las gracias y cuando se disponía a bajar Lliset el más pequeño, le dinjo a lluis-Antoni
-Ahora subirás a casa y verás el Pesebre que ha hecho Baldiret
Primero el señor se excusó que era demasiado tarde y .luego accedió y subieron los dos.
Baldiret que había pasado delante cuando le dió el atillo a su madre, le dijo que no lo habén querido..
Cuando el señor y los otros llegaron, el mismo señor le contó a la mujer lo sucedido.
Se dió cuenta enseguida de la pòbreza que reinaba en aquella casa.
-¿No tienen padre estos niños?
La pobre mujer le contó la situación.
-Si al menos hubiéramos podido empeñar la manta, hubieramos podido tener pan en la mesa esta Navidad.
-Lo tendrán no se preocupe. Tendrán pan y alguna cosa más.
Y saliendo rapidamente, bajó las escaleras. y subió, seguido del chófer,con todo aquello que había comprado.
_Aquí hay unas cuantas cosas para empezar, ahora sólo falta el gallo.
La pobre mujer no sabía como expresar su agradecimiento.
-¡Que Dios le bendiga buen hombre!. Cuando los niños sean mayores y trabajen se lo podremos devolver todo.
-Bueno pues año esto ya que me lo devolverán todo. Y sacándose la cartera del bolsillo separó un pae de billetes y los dejó encima de la mesa.
-Esto para que los pequeños puedan ir abrigaditos. Ah y siempre que se encuentra sin trabajo mi señora se lo dará.
Fue como un vértigo de caridad, un santo vértigo que se llevó en su corazón. El mismo vértigo que se llevó ahora hace mil novecientos y tantos años el corazón de los sencillos pastores de la Judea en ir a hacer las ofrendas al Pobre que acababa de nacer en el Portal de Belén.
Más contento que los mismos beneficiarios de la caridad, el padre de Lluis-Antoni, se dispuso a irse.
Hizo una caricia a cada niño y se dió cuenta que Lliset, el más pequeño, se cogía del brazo de Lluis-Antoni y le hablaba al oido.
-¿Y bien, qué son estos secretos, preguntó el padre, medio riendo.
Y Lluis-antoni explicó
-Me decia que, como ahora nos hemos quedado sin nada, que le pida a Vd. que me deje venir a comer con ellos mañana, el día de Navidad.
-JOSEP MARIA FOLCH I TORRES-
PAZ Y BIEN